Los Bichos son insectos rituales creados para cumplir una única misión: escuchar.
Son criaturas conjuradas para contener las palabras que pesan, las conversaciones que no se resuelven, las ideas que giran sin descanso en la mente.
Cuando un pensamiento insiste en repetirse, cuando un diálogo imaginario te persigue, cuando algo necesita ser dicho para liberarse, se invoca a un Bicho.
Tómalo entre tus manos y háblale en voz alta. Cuéntale la conversación completa: lo que dijiste, lo que no dijiste, lo que desearías decir. Cada palabra será depositada en su cuerpo de hecho de silencio.
Si el Bicho es un prendedor, puedes llevarlo contigo durante el día. Cada vez que el pensamiento regrese, no lo retengas en tu mente: díselo al Bicho. Él está hecho para cargar esa energía; tú no.
Después de un máximo de ocho horas, devuelve el Bicho a su caja. Antes de cerrarla, dile con claridad: “Quédate con estas palabras en tu silencio. Yo me libero.
El Bicho sellará la palabra y la guardará en silencio, permitiéndote continuar con la mente más ligera, abierta y protegida.
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